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miércoles, 5 de septiembre de 2012

PARA LOS MEDIUMS



Dios Todopoderoso, permitid a los buenos espíritus que me asistan en la comunicación que solicito, preservadme de la presunción de creerme al abrigo de los malos espíritus; del orgullo que pudiera ofuscarme sobre el valor que obtenga; de todo sentimiento contrario a la caridad con respecto a los otros médiums, si soy inducido en error, inspirad a alguno el pensamiento de que me advierta, y a mí la humanidad que me hará aceptar la crítica con reconocimiento, tomar para mí mismo, y no para otros, los consejos que se sirvan darme los buenos espíritus.

Si por cualquier concepto intentase abusar o envanecerme de la facultad que habéis tenido a bien concederme, os ruego que me la retiréis, antes de permitir que la desvíe de su objetivo providencial, que es el bien de todos y mi propio adelantamiento moral.
Padre Nuestro y Ave María

La muerte de Yurubí





Aguas encantadas teñidas de sangre

Cuenta la leyenda una historia de amor que terminó en tragedia. Ocurrió en el lecho del río que hoy conocemos como Yurubí, y hay quienes aseguran que sus efectos se pueden percibir actualmente.

De los Jirahara que poblaron Yaracuy era famosa su furia en batalla y lo atractivo de sus mujeres.
Todas eran hermosas, lo que causaba envidia entre las tribus vecinas, pero una india en especial irradiaba una belleza incomparable, admirada por muchas y deseada por todos. Era la princesa Yurubí.
Ella era el tesoro más preciado del Cacique Jirahara, quien aguardaba para ella el mejor esposo, un respetado noble o el más valiente guerrero.
Vivía la princesa rodeada de los más ostentosos lujos y atendida por sus sirvientas, pero una noche aprovechando el descanso de todos, decidió escaparse para conocer la selva, durante el paseo, conoció a un humilde indio que iba de caza.
El encuentro fue fortuito y fugaz, pero suficiente para que el amor embargara sus corazones.
Otras veces salió el indio a cazar, siempre con la esperanza de encontrarse con su amada, hasta que la noche le guió por buen camino. El joven indio y Yurubí se confesaron amor eterno y acordaron encontrarse cada luna llena en el mismo sitio, a la margen del río.
Mientras la princesa jirahara vivía apasionadamente su romance secreto, el gran cacique arregló una boda, pese a lo reacia que se mostró su hija, quien luego debió tomar la difícil decisión de olvidarse de su gran amor para no contradecir a su padre. El novio sería un bravo guerrero que venía de brindar a la tribu una gran victoria en guerra y nuevas tierras.
Hechos los planes y entrado los preparativos, una hechicera despreciada por su aspecto sucio y malas intenciones, utilizó su magia para espiar a la hermosa princesa que ahora tenía como prometido al mejor guerrero.
Invadió los sueños del bravo indio, y le dio pista sobre el próximo encuentro de Yurubí. Cegado por los celos y la deshonra que causaría a su nombre, tomó su arco y las flechas más puntiagudas para tomar venganza.
Ajena a los planes mortales en su contra, Yurubí asistió a la última cita que serviría como despedida de aquel joven cazador y dueño de su corazón. Explicados los motivos decidió dar el último abrazo.
Aquella escena provocó la ira desmedida del guerrero que observaba a distancia, y sus ojos se tornaron de un rojo fuego. Sin dudarlo, desenfundó una flecha y propinó un tiro letal a quien fuera también su amada.
Yurubí murió en brazos del joven cazador. Desconcertado por la mortal escena decidió que el río, lugar de encuentro con su amor, se hiciera con el cuerpo de la princesa y lavara su sangre. La segunda flecha atravesó el pecho del indio, quien cayó cercano a Yurubí.
Se estremeció en cielo y ocurrió un inesperado eclipse, que despertó al guerrero de su trance y viéndose responsable de aquella locura, huyó para jamás volver. La montaña y la luna provocaron una crecida, que arrastró los cuerpos de los amantes para desaparecerlos en su cauce y limpió las aguas, teñidas de sangre.
Un hechizo poderoso se fraguó en ese instante, y quedó en el lugar para siempre. El río es testigo eterno del amor de Yurubí y el humilde indio cazador, contagiando a aquellos que se posen en su caudal.
Dicen que de noche, siempre cuando hay luna llena, se escuchan las risas de aquellos enamorados, que víctimas de la envidia, y el despotismo hallaron la muerte.

Santa Cruz de Caravaca!



Santa Cruz de Caravaca!

A tu poder me acojo,


Por mi Abogada te escojo,


Y si tu fuerza me saca


De la pena que hoy me ataca,


Te traigo en pena y señal


Incienso, mirra y copal,


Y con alma limpia y pura


Una pequeña figura


De mi persona en metal.


Cruz bendita y soberana


Que obras tantas maravillas,


Te alabo en frases sencillas


Cada dia de la semana;


Mi alabanza nunca es vana,


Pues ya no cabe ni duda,


Que al mundo tu fuerza escuda


Y a quien rendido te nombra,


Lo cobijas con la sombra


De tu poderosa ayuda.